miércoles, 14 de mayo de 2014

75 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MACHADO

Poco antes de acabar la Guerra Civil Española, el 22 de febrero de 1939, Machado muere exiliado en el pueblecito francés de Collioure. Se han cumplido 75 años de este hecho y una serie de homenajes recuerdan a este poeta en los lugares con los que tuvo relación: Madrid, Andalucía, Segovia, Soria y Collioure.

BIOGRAFÍA
Antonio Machado Ruiz (1875-1939) se puede considerar uno de los mejores escritores y poetas de España. Nació en Sevilla, tuvo una familia culta y murió en un pueblo francés llamado Collioure.
Sus primeros poemas poseen algunas características modernistas. En su producción posterior, escribe sobre las experiencias vividas en Soria (ciudad en la que conoció, se enamoró y contrajo matrimonio con Leonor, dieciocho años más joven que él, que posteriormente murió y dejó al poeta con una profunda melancolía), además de las preocupaciones del hombre (Dios, el amor, el paso del tiempo, la muerte, etc.).
En 1912 abandonó esta ciudad y se estableció en Baeza, tras escribir su libro Campos de Castilla. Con este cambio su poesía pasó del tema castellano al tema andaluz.
En 1919 se trasladó otra vez a Segovia, fueron años de creación intensa. Durante estos años Machado publicó: Nuevas Canciones (1924), De un cancionero apócrifo (1926), Canciones a Guiomar (1929), Últimas lamentaciones de Abel Martín (1933), Muerte de Abel Martín (1933) y Otras canciones (1936).
Tras la Guerra Civil se trasladó a Valencia, más tarde a Barcelona y por último emprendió viaje hacia Francia, camino del destierro. El 22 de febrero de 1939 murió en la más absoluta soledad, en Collioure, donde reposan sus restos.

A continuación reproduciremos uno de sus poemas más conocidos, que dedicó a su esposa Leonor, poco antes de su fallecimiento. 

A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.




Jesús Redondo
Luis Fuentes

4ºA

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